🥖 Bocadillo "El Enterrador"

Una delicia de ultratumba con sabor tan profundo que despierta hasta al hambre de siglos pasados.

2 panes de chapata pequeños (crujiente por fuera, blandito por dentro, como un zombi elegante)
4 lonchas de panceta ahumada (el alma grasienta de este ritual)
4 rodajas de morcilla de arroz (de las buenas, que sepan a misa negra)
1 cebolla roja grande (cortada en juliana, para llorar como viuda alegre)
1 cucharadita de azúcar moreno
Un chorrito de vinagre de Módena (que le da el toque de tumba noble)
Queso brie en lonchas (porque los fantasmas también tienen derecho a fundirse)
1 puñado de rúcula (la frescura verde de la fosa)
Un poco de aceite de oliva (extra virgen, aunque aquí nadie lo es ya)
Sal y pimienta negra recién molida

El conjuro aromático:
En una sartén con un poquito de aceite, pon la cebolla a fuego lento. Añade el azúcar moreno y el vinagre de Módena. Deja que se caramelice durante unos 15 minutos. Remueve con paciencia... como quien espera su turno en la otra vida.
Carnicería celestial:
En otra sartén, marca la panceta hasta que quede crujiente y dorada como ala de ángel chamuscado. Resérvala.
Luego, dora las rodajas de morcilla con cariño pero decisión: 2 minutitos por cada lado.
La unión de los condenados:
Abre los panes y tuéstalos ligeramente para que aguanten el peso del pecado.
Coloca el queso brie abajo, encima la morcilla caliente (para que el queso se rinda), luego la panceta crujiente, después la cebolla caramelizada y, por último, la rúcula para el toque fresco (como un grito en una catacumba).
Sellado del ataúd:
Cierra el bocadillo, apriétalo con decisión, y si quieres, pásalo por la plancha 2 minutos para un final crujiente y fundido.

Alto. Este bocadillo no es para vivos aburridos. Es para almas hambrientas con buen diente y cero miedo al colesterol.